domingo, 22 de febrero de 2015

Del pardo al negro: el incierto futuro del oso cantábrico

La Federación Asturiana de Caza ya está calentando sus rifles para salir a matar un par de osos los domingos familiares, y luego ya de paso ir a un par de club's para contrarrestar la dura mañana en misa, donde acostumbran a despotricar de las libertades sobre el aborto y todas estas habituales temáticas políticas de los que se definen como "pro vida".
Han sido muchos años, esfuerzo y dinero para recuperar el daño producido sobre el oso pardo ibérico durante siglos de caza, ahora, después de conseguir su plena protección y emprender las medidas necesarias para su supervivencia, los cazadores (aunque ciertamente no todos) empiezan a reclamar otra vez la legalización de la violencia y asesinato por diversión contra estos animales (estos pro vida, ¡siempre haciendo de las suyas!).
Hay que puntualizar una cosa muy importante: el oso pardo no corresponde sólo al norte peninsular, es decir, a los paisajes boreales, sino que su presencia debería de extenderse en Europa desde los países escandinavos hasta la propia Cádiz, de hecho, existen aún poblaciones de osos pardos en lugares como los Apeninos, en Italia, o en Oriente Medio (oso pardo sirio). Se podría decir entonces que sin la intervención humana, muy posiblemente, en el norte de Alicante o Murcia habría osos pardos. Algo que parece utópico plantear incluso a muy largo plazo debido a la escasa población actual (230 ejemplares aproximadamente), la fuerte implantación del presentismo histórico en la sociedad y algún que otro malnacido en la administración y en la propia población (véase algunos cazadores). Además de la alta degradación de los hábitats así como la gran distancia que separa a los últimos núcleos boscosos imprescindibles para determinadas especies.
Es por eso, que no basta sólo con exigir que el oso pardo no sea objeto de caza, sino que en caso de que se recuperase la especie en la Cordillera Cantábrica, se trasladasen ejemplares a otros puntos como Pirineos o Sierra Morena, con tal de recuperar el equilibrio ecológico en estas zonas con abundancia de herbívoros y pocos carnívoros. Algo que debería de haberse impulsado ya con el lobo, pero que es arriesgado políticamente en las zonas rurales.

Así, con todo lo dicho me permito el lujo que insinuar ligeramente el desprecio que merecen aquellos que plantean divertirse con la sangre de nuestros osos, de nuestro patrimonio natural y además remarco la necesidad de entender que no se puede recluir al oso en el norte peninsular, sino que es necesario recuperarlo también en otros puntos de la península como el Sistema Central, el Sistema Ibérico, Sierra Morena o los Montes de Toledo. Nosotros lo hemos erradicado en estas zonas, y sólo a nosotros nos corresponde devolverlo.

 

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